House: Episodio 14 de la temporada 9













Una mañana soleada en un concurrido parque. Música alegre de violines. Varios niños juegan al fútbol, un señor sonríe jovial en su puesto ambulante de algodón dulce, jóvenes enamorados pasean de la mano, dos señoras gordas sentadas en un banco charlan animadamente y dan de comer a las palomas.

Los violines paran en seco. Se oye un inquietante acorde de piano. Una de las señoras gordas se queda en silencio mirando al infinito. Se lleva las manos al cuello con gesto de dolor.

SEÑORA GORDA 1:
-¿Molly? ¿Molly? ¿Estás bien?

SEÑORA GORDA 2:
- …

SEÑORA GORDA 1:
-¡Molly! ¡Di algo, Molly!

SEÑORA GORDA 2 (tosiendo):
-Uf, con la tontería me he vuelto a tragar la dentadura, hija…

La cámara se aleja. Las señoras quedan desenfocadas. Vemos a uno de los niños futbolistas tirado en el suelo boca abajo, jadeando y golpeando el césped con los puños; los demás niños llegan corriendo y se amontonan alrededor.

Plano desde abajo. Vemos un corro de caras infantiles preocupadas, recortadas contra el cielo.

NIÑO CHURRETOSO:
-¡Tommy! ¡Tommy! ¿Estás bien?

NIÑO RUBIO HOSTIABLE:
-¡Di algo, Tommy! ¿Dónde te duele?

NIÑO GORDITO:
-¡Que alguien llame a una ambulancia!

Tommy se da la vuelta. Tiene lágrimas en los ojos. Ríe a carcajadas.

TOMMY (entre risas):
-Es que iba a meter gol y de pronto he pensado el padre de Richie vestido de fallera ¡y me he caído de la risa!

Los demás niños ríen. La cámara enfoca al puesto de algodón dulce. El señor jovial hace rato que yace inerte sobre la máquina. Su cabeza es una enorme y creciente bola rosa de algodón recién hecho.

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TÍTULOS DE CRÉDITO. Musiquita chill. Los ojos profundos del Dr. House. Radiografías, un corazón latiendo, neuronas, sinapsis, bla bla bla.

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Se abren las puertas del hospital. El Dr. House entra cojeando sexy con su elegante bastón. Su mirada inquisitiva y sarcástica dice “iros todos a la mierda” pero su media sonrisa tibia es la de un niño bondadoso que aún tiene miedo a amar.

Cuddy entra en escena con una carpeta en la mano.

CUDDY:
-¿House?

HOUSE:
-No, Cuddy, no tengo ni idea de por qué alguien querría criar escorpiones en tu bidet. Y no te preocupes por esos simpáticos animalitos, son inmunes al veneno de víbora.

CUDDY:
-House, llevas en la nariz un billete de un dólar enrollado…

HOUSE:
-Ah, es que me dolía un poco la pierna esta mañana, y eso. Además, me encanta “el olor del dinero”, ¿es que no puede ser uno fan de Tom Cruise en este hospital?

CUDDY (le enseña unos informes):
-Señor de treinta años, vendedor de algodón dulce, historial médico impecable, ni un resfriado en toda su vida, vegetariano desde siempre, de pronto sufre un desmayo sin motivo, recupera el conocimiento espontáneamente ocho minutos después y solo dice una palabra: ROSEBUD.

HOUSE:
-Que le amputen el cerebro y le rellenen el hueco con gomaespuma. Una de dos, o tiene un tumor cerebral en fase terminal o de verdad su película favorita es “Ciudadano Kane”. En ambos casos el cerebro se ve que no le funciona bien.

CUDDY:
-Pero House, millones de personas consideran “Ciudadano Kane” la mejor película de la historia.

HOUSE (mirada profunda):
-Y millones de moscas comen mierda.

CUDDY:
-La resonancia magnética no muestra nada extraño en su cerebro.

HOUSE:
-Si yo digo que tiene un tumor es que tiene un tumor. Que le endiñen tres sesiones concentradas de quimio. Si no se muere es que tenía yo razón, y si se muere pues mejor para el cine.

CUDDY:
-House, ¡nada de quimio! Cuando descartes todas las demás posibilidades fríes al paciente si quieres.

House se aleja por el pasillo. Cuddy se queda observándole con una expresión complaciente, entre el cariño maternal y el enamoramiento platónico, esa típica mirada que dice: “Aiss, este House, no sé si quiero darle unos azotes en el culo, o tirármelo como si se fuese a acabar el mundo… O igual las dos cosas a la vez… Sí, sí… Azotes, látex, botas, una fusta… Bueno, que me voy, que tengo una reunión”

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Oficina de House. El sol se derrama por entre las persianas. Foreman, Cameron y Chase esperan sentados ojeando sus blocs de notas. Sobre la mesa hay un montón de papeles desordenados.

House entra en la oficina. Se quita la chaqueta y la cuelga en el perchero. Las mangas cortas de su camisa blanca dejan ver una goma anudada alrededor de su antebrazo izquierdo.

CHASE (visiblemente molesto, señalando el brazo de House):
-House, llevas una goma anudada en el brazo.

HOUSE:
-Ah sí, me la puse anoche para que no se me olvidara hoy preguntarte una cosa. ¿Tienes fiebre?

CHASE:
-No…

HOUSE:
-Pues estás despedido.

CHASE:
-¡Pero House! No tienes ningún motivo para…

HOUSE:
-Ayer al firmar el registro de salida me fijé en que tu escritura se ha vuelto ligeramente irregular, en concreto los puntos sobre las íes están desalineados. Eso solo puede tener tres explicaciones: tiritabas de frío, temblabas por la fiebre, o empieza a manifestarse el Parkinson. No podías estar tiritando porque estamos en Agosto y no funciona el aire acondicionado, y me acabas de confirmar que no tienes fiebre. Así que tienes Parkinson. Lo siento, tu carrera de cirujano acaba de irse al traste. Pero no te preocupes que de aquí a unos meses a agitar cocteleras no te va a ganar nadie; trabajo de barman no te va a faltar. Ya me pasaré por tu bar a beber de gratis.

Chase sale de la habitación mirando al suelo y arrastrando los pies.

HOUSE (mirando a CAMERON):
-Y tú no te preocupes, que el Parkinson no es una enfermedad de transmisión sexual.

CAMERON:
-¿Pero cómo has sabido que….?

HOUSE:
-Mi inigualable capacidad de observación, mi aguda inteligencia, mis sorprendentes capacidades deductivas… Eso, y la microcámara que le implanté ayer en el pene a Chase cuando dormía la siesta en el cuarto de guardia. Anoche me lo estaba pasando pipa en la sala de monitores hasta que al desgraciado de tu novio le dio por ponerse un preservativo. Por cierto, tienes dos caries.

CAMERON (estupefacta):
-¡Pero House!

HOUSE:
-House, House, que me vas a gastar el nombre y me hace falta para firmar el contrato con la distribuidora de “Una noche con Cameron”. De esta me forro. Bueno, a ver, ¡diagnósticos diferenciales!

FOREMAN:
-Endocrinoplasmosis. Explica el desmayo y los niveles bajos de glucochorroideos.

HOUSE:
-No. El nivel de chungocitos es 3.41, ¿alguna otra gilipollez? Y no me digas lupus que te veo limpiando vasos en el bar de Chase.

CAMERON:
-Anemia disfuncional espongiforme. Explica el desmayo y siempre va asociada a un 3.41 de chungocitos.

HOUSE:
-Pero a ver, ¿es que aquí nadie se ha leído el maldito historial? El paciente es vegetariano, lo que quiere decir que lleva treinta años atiborrándose a tofu y yogures de soja, lo que quiere decir que su sangre es rica en multicalciomas y peptocilococos, lo que quiere decir que si tuviera anemia disfuncional espongiforme, la escasez de glóbulos blancos habría provocado que los peptocilococos le formaran perlilla con los multicalciomas y habríamos observado dificultades respiratorias. Es un tumor cerebral, que te lo digo yo…

Suena el busca de Foreman. Éste lo mira, luego descuelga el teléfono que hay sobre la mesa y marca un número.

-FOREMAN:
Sí, sí, OK, enseguida vamos.

Foreman cuelga.

FOREMAN (a House):
-Es el paciente, que dice que tiene unas ganas locas de empezar a sangrar por una oreja pero que está solo en la habitación y nos vamos a perder el ataque; que se espera hasta que vayamos por allí a preguntarle cualquier chorrada pero que nos demos prisa.

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Habitación del paciente. Pitido estridente de la máquina de pegar pitidos. El paciente grita y se retuerce sobre su cama. Le sangra una oreja. Los doctores ponen a punto el equipo de reanimación. Le aplican cuatro descargas. El zumbido cesa. El paciente revive y tose.

House rebusca entre los efectos personales del paciente. Encuentra un DVD: “Ciudadano Kane, el montaje del director”.

HOUSE (al paciente):
-Enhorabuena. Es usted genuinamente gilipollas, lo que descarta el tumor. Habrá que seguir torturándole con dolorosos tests. Ah, me llevo el DVD para un experimento, gracias.

House sale de la habitación.

PACIENTE (a Foreman):
-¿Quién era ese capullo?

FOREMAN:
-Greg House, el mejor doctor del país y por tanto del mundo.

PACIENTE:
-Bueno, pues dígale que el DVD es de Huelva.

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El despacho de Cuddy. El sol se derrama por entre las persianas. Cuddy está sentada en su mesa mirando al infinito con expresión de cariño maternal. Aparentemente no está haciendo nada en concreto.

Suena el teléfono. Cuddy descuelga. Se oye la voz de House.

HOUSE:
-¿Cuddy? Tienes que venir a mi despacho inmediatamente. El experimento ha sido un éxito.

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Primer plano de los ojos profundos de House. Miran fijamente a una mosca que describe círculos sobre el cristal de la mesa. La cámara se aleja lentamente. A la izquierda, sobre la mesa, se ve un tarrito abierto y una muestra de heces derramada sobre el cristal. A la derecha el DVD del paciente.

HOUSE:
-¿Ves? ¡La mosca no puede decidirse! ¡Acabo de demostrar científicamente que “Ciudadano Kane” es una mierda!

CUDDY:
-¡House! ¡Si vas a perder el tiempo en chorradas te bajas ahora mismo a pasar consulta!

HOUSE:
-O sea, que te molo y no sabes cómo decírmelo.

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Sala de consultas. Un joven de unos veinte años espera sentado sobre una camilla. Tiene los ojos inyectados en sangre y los labios morados.

Se abre la puerta. Entra House. Se queda mirando al paciente fijamente sin decir nada.

HOUSE:
-Usted no necesita una consulta médica, necesita una aspirina y veinte dólares.

JOVEN:
-Pero…

HOUSE:
-Tiene usted en una mano un anillo de boda nuevecito, y en la otra el típico callo de montar muebles de IKEA, y está todavía fresco. Lo que me indica que acaba usted de mudarse a la casa nueva con su mujer y ayer terminaron de amueblar. El pestazo a vino peleón que me trae indica que anoche anduvieron celebrando; tiene usted una resaca de mil demonios. Con la aspirina se le pasará el dolor de cabeza.

House se mete la mano en el bolsillo, saca un billete de veinte dólares y lo tiende al paciente, que mira atónito.

HOUSE:
-Con estos veinte pavos, la próxima vez que vaya a pegarle al tintorro se compra usted qué menos que un riojita, hombre de dios. Que el Don Simón de tetrabrik te deja los labios morados.

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Primera planta del hospital. Primer plano del ascensor. Las puertas se abren lentamente. Dejan ver la sonrisa bonachona de Wilson, el oncólogo. El bastón del doctor House corta el aire con un zumbido. El mango de plata maciza del bastón se estrella en la sonrisa bonachona de Wilson, el oncólogo. Saltan dos piños. Wilson cae de culo al suelo.

WILSON:
-¡Houz! ¡Ezto no ha zenido zinguna gdazia! ¿Pod qué lo haz hezho?

HOUSE:
-La cuestión no es por qué lo he hecho, sino por qué le das importancia a que lo haya hecho. ¿Acaso es que te preocupa tu aspecto? ¿A qué se debe esta repentina obsesión por tu atractivo? ¡Dios mío! ¡Te estás viendo con alguien! ¿Otra vez te estás tirando a alguna de tus pacientes terminales? ¿Cuánto tiempo hace? ¿¡¡Por qué me lo has ocultado!!?

WILSON (con los ojos en blanco):
-Dioz mío, todo me da vueltaz… Cdeo que me voy a dezmayar…

Primer plano de la cara de House. Ceño fruncido, mirada perdida. Está concentrado. Pasan varios segundos. Expresión de iluminación repentina. Musiquita de epifanía.

HOUSE (se aleja rápidamente cojeando por el pasillo):
-¡Todo da vueltas, todo da vueltas! ¡El paciente es zurdo! ¡El paciente TIENE que ser zurdo!

Las puertas del ascensor se cierran aplastando a Wilson.

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Habitación del paciente. El sol se derrama por entre las persianas (en el hospital de House siempre son las cinco de la tarde). El paciente está cenando sobre la cama. Foreman y Cameron le hacen compañía. Entran House y Cuddy. House señala la mano izquierda del paciente, que sostiene un cuchillo. La mano derecha sostiene un tenedor. Sobre el plato hay una hamburguesa de tofu.

HOUSE:
-¡Ajá! ¡Zurdo!

House le arrebata el tenedor al paciente.

HOUSE (al paciente):
-Mire atentamente este tenedor. No lo pierda de vista.

House comienza a describir círculos en el aire con el tenedor, en el sentido de las agujas del reloj. El paciente lo sigue con los ojos. De pronto, los ojos del paciente se quedan en blanco. El paciente se desmaya y cae de cara contra el plato de la cena.

House se queda mirando su reloj de pulsera. Pasan unos minutos.

HOUSE:
-…tres, dos, uno, y…

El paciente vuelve en sí.

PACIENTE:
-Eh… uh…. ¡ROSEBUD!

HOUSE:
-Tiene usted dos problemas, un gusto atroz para el cine y trompocitoesclerosis espiriforme inversa. No se preocupe, no va usted a morirse. Es fácilmente tratable.

House comienza su explicación. La cámara hace zoom a los ojos del paciente y entra por sus pupilas. Se ven nervios, tejidos, bolitas corriendo por dentro de tubitos, chispazos eléctricos y cosas de esas.

HOUSE:
-Usted es zurdo, por lo que sus trompocitos giran en sentido contrario a las agujas del reloj. Los trompocitos flotan en el suero ribosódico, que por su esclerosis se le va haciendo cada vez más denso y va adquiriendo forma de espiral. Cuando sus ojos observan un movimiento giratorio, el cerebro envía un tren de pulsos eléctricos a los nervios oculares. Si el giro es en el sentido de las agujas del reloj, los pulsos eléctricos le hacen efecto bobina con las espirales de los trompocitos, que giran naturalmente en sentido contrario. Esto le sube los niveles alcalinos, que le excitan los pepticilococos provocando una reacción que envía una señal de alarma al cerebro, que amplificada por el efecto bobina provoca un desmayo inminente. Los multicalciomas se hinchan, lo que aumenta la presión en su pabellón auditivo, y su organismo expulsa sangre intentando compensar los niveles alcalinos. Tiene dos opciones: o dejar de ser vegetariano, o comprarse una máquina de algodón dulce fabricada en Nueva Zelanda, cuyo motor gira en sentido contrario. Así podrá usted observar tranquilamente cómo se va haciendo el algodón sin desmayarse.

Todos sonríen. De nuevo, House estaba en lo cierto. Se ha salvado otra vida. Cuddy mira con expresión maternal y esa cara de “no he entendido un pijo, pero he mojado las bragas”.

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Un parque soleado. Suena una preciosa música de clarinete. Los pajarillos cantan. El césped brilla. Los niños juegan al fútbol en cámara lenta, los enamorados pasean cogidos de la mano. Un señor sonríe jovial desde detrás del mostrador de su puesto ambulante de algodón dulce made in New Zealand. La vida sigue, la gente es feliz.

Se superpone la imagen del doctor House sentado en calzoncillos, tocando el clarinete. Sí, House también toca el clarinete. Y con exquisita sensibilidad.

Chase está sentado desnudo en su retrete. Con una mano se agarra el pene sangrante. En la otra sostiene las pinzas con las que acaba de extraer una microcámara. Chase sonríe divertido y complaciente.

Wilson está cenando a la luz de las velas con una joven pálida que lleva un pañuelo en la cabeza. Ella dice algo. El ríe a carcajadas, dejando ver dos dientes de oro.

Cuddy está sentada en su retrete, observando con expresión de cariño maternal cómo juegan los escorpiones en el bidet.

House deja el clarinete, apaga la luz y se sienta en su sofá en medio de la penumbra. Se mete cuatro Vicodinas y le pega un trago a su copazo de coñac. Agarra el mando a distancia. Apunta a la TV y aprieta un botón del mando. Primer plano de la pantalla del televisor. Aparece el siguiente rótulo:

“Ciudadano Kane, el montaje del director”.

La tenue luz de la tele ilumina la cara del doctor House, que sonríe pícaro.

Fundido a negro.


Fuente: http://www.perspicalia.com/post/house-temporada-9-episodio-14